Alejandro Saúl Chumacero Bracamonte, es el nombre completo de uno de los más carismáticos futbolistas bolivianos en la actualidad. En Bolivia nunca vistió otra camiseta que no sea la del Tigre, en el exterior, tuvo un fugaz paso por Sport Recife de Brasil, pero en cada viaje de su equipo, o en cada oportunidad que tiene de salir al exterior con la selección, Chumita es uno de los más buscados. Fotos y autógrafos pedidos -no sólo por los aficionados- los mismos colegas extranjeros lo reconocen y le piden un recuerdo.
Su singular apariencia, con un metro sesenta y cuatro centímetros de altura, su fuerza en la cancha, y su despliegue físico, no dejan que pase desapercibido nunca, además que sus rasgos faciales parecidos a los del jugador alemán, Bastian Schweinsteiger, lo llevaron a ser reconocido internacionalmente con el mote de “Chumasteiger”, algo que lo eleva por encima de sus compañeros mediáticamente.
Todo eso que genera Chuma en la mayoría de los medios del Continente, lo percibían los paceños que lo vieron en los juegos de exhibición en el Siles, su melena rubia, su habilidad con la pelota, su fuerza en el campo, eran señales de que no iba ser uno más del montón. Esos partidos son precisamente su primer recuerdo como futbolista: “Los entretiempos en el Siles son el primer recuerdo que tengo, ahí comencé a creer que podía ser futbolista, soñaba con ser como los grandes que jugaban ahí, yo era muy chico y nunca pensé que lo iba a lograr, pero todo se lo debo a mi papá, él confío y tomó las mejores decisiones para mi carrera”.
Es que Chumita inició muy chico, apenas podía caminar y patear una pelota y ya estaba inscrito en la escuelita de Boca Juniors. Su paso al Tigre se hizo rápido por la buena decisión de su padre, la escuela de The Strongest le abrió sus puertas, Antonio Vidal González le regaló su primera camiseta oficial del Tigre –todos recuerdan esa foto en el Siles- pero el que era goleador aurinegro en ese entonces, fue hasta Calacoto a saludar al niño rubio y regalarle su camiseta, un sueño para el futuro crack, que comenzó a dar pasos gigantes en su carrera, una invitación a entrenar con la primera, y un rápido ascenso al equipo profesional. Para colmo de crack, debutó en primera con gol ante la U en el Siles con sólo 15 años. El país entero comenzó a hablar de él: “Momentos lindos son muchos, pero no puedo olvidar mi debut, con gol, de ahí llegaron momentos difíciles, pero siempre buscando salir y sumando más momentos lindos en este equipo que es el que amo”.
Luego de ese gran salto a la primera en 2007, Alejandro Chumacero fue sumando experiencias, no lleva un recuento de goles o partidos, pero si se lleva momentos con gente que ayudó mucho en su formación, uno de ellos fue Pablo Escobar, su “hermano mayor”, como se definen ambos. El paraguayo ya estaba en el club cuando subió al equipo de Eduardo Villegas, pero luego se fue al Brasil, sin embargo, al paceño le dejó varias enseñanzas y sobre todo se formó una amistad pura, que supera la barrera de la diferencia de edad: “Es mi hermano, es una persona que significa mucho para mí, no sólo por cómo es él, sino que significa mucho para todos los que lo tenemos cerca, cada día aprendo cosas. Trato de pasar mucho tiempo con Pablo, es un ejemplo para nosotros. Me encanta exprimirlo para aprender todo y también me gusta ayudar a que le vuelva el espíritu joven (risas)”.
Ese es Alejandro Chumacero, que parece pasear por el patio de su casa en el Complejo, es el niño mimado por todos, no hay una sola puerta cerrada para él. El Complejo lo ha cobijado desde hace más de 10 años, donde pasó momentos felices y no tan buenos: “He vivido momentos difíciles, como todos, pero el no poder superar rápido la lesión del 2016 me sirvió mucho para aprender a sacar lo positivo en medio de un panorama negativo, el tema cuando uno tiene este tipo de situaciones es saber encontrar soluciones”.
Así de maduro suena contando sus malos momentos, a los que suma su primera salida al exterior, su paso por el Sport Recife de Brasil, le dejó más momentos ingratos que gratos, pero lo hizo crecer como persona, encontrarse consigo mismo y entender que el desafió del futbolista boliviano no sólo está en los pies, sino, y por sobre todas las cosas, en la cabeza: “Uno crece a diario estando solo afuera, fue mi primera salida, se saca lo positivo y se sigue, hoy siento que he aprendido mucho de esa experiencia y ahora me gustaría volver a tener una oportunidad, la estoy buscando, creo que será muy distinto, porque ya aprendí lo que es vivir lejos, y tengo una nueva mentalidad, algo que siempre falta en el fútbol de Bolivia, la psicología juega mucho, más cuando uno está solo”.
Reinstalado en su club, que le permitió regresar sin trabas a pesar de haber resignado económicamente para contar con él, vive quizás su mejor momento futbolístico, goleador, clave en el esquema de su equipo, y uno de los íconos del que para muchos ya es el mejor Tigre de la historia: “Marcamos momentos muy importantes para nuestro club en estos años, momentos inolvidables para nuestras familias, para nosotros. Pero más que ver eso, queremos trabajar más y seguir escribiendo esas grandes historias con nuestro club”.
Habla como todo un experimentado, tiene 25 años, pero mucho camino recorrido y le quedan muchas cosas pendientes, un sueño grande: “Sueño, claro que sueño con el Mundial, pero para eso debemos trabajar todos juntos, creo que estamos muy disparejos en eso. Sumamos cosas negativas que nos impiden pelear ese sueño de igual a igual con los demás”. Pero no sólo eso, a Chumacero lo mueven otras cosas, “Me gustaría hacer algo por mi país, más allá de llegar a un Mundial, también me gustaría hacer algo por el fútbol paceño, somos pocos los profesionales de esta ciudad y me gustaría cambiar eso, mejorar la forma en que manejan la Asociación para que los chicos puedan llegar, es lamentable como lo administran todo”.
Así de claro y frontal es Alejandro Chumacero, que tiene en su padre una figura fuerte en su vida, y es un agradecido a sus padres y hermanos por lo que hicieron por él. Un gran ejemplo de ese lazo familiar es el número tres que lleva en la espalda, lo hace por un homenaje a su hermano mayor, “El número tres lo uso porque mi hermano jugaba con esa camiseta, yo jugaba con la siete, pero en el Tigre estaba ocupada y decidí usar la tres pensando en mi hermano Gonzalo, desde mi debut me fue bien y me quede con ese número”, es evidente que mal no le fue, más aún cuando ese lazo familiar creció, esposa, hijos que ahora acompañan la vida familiar y futbolera del famoso Chumita, que definitivamente ha nacido para ser un triunfador.
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Linda nota felicidades al editor… Y ojalá siga sumando mas momento gratos alejandro… Saludos